Despedida... antes de la despedida

Ha sido una clase estupenda, inolvidable. Así la he vivido y así la voy a recordar, pues como decía Heráclito, las aguas de un río no vuelven a mojar tu misma piel. Todo en esta vida es tránsito y todo, también, aprendizaje. Gracias, por ese viaje, por ese agua refrescante de las clases, los aplausos, la energía, el compromiso, lo a gusto que me sentía cuando cruzaba el umbral de la 1401. 

Hemos vivido, en poco tiempo, muchas cosas. Esa es mi impresión. Un paseo por la historia, desde la antiguedad griega hasta quienes, ya futuro, conviven con nosotros como cyborgs. Hemos paladeado venenos anarquistas (como Illich), miradas de antropólogo (comunidades de práctica a lo Wenger), teorías que anticipan la educación de nuestro tiempo, como el Conectivismo (Siemens). Y nos hemos asomado a los retos que afrontan las organizaciones y programas educativos en esta sociedad extenuada (Byung-Chul Han), líquida (Bauman), cínica (Žižek). También hemos bajado la pelota al suelo, al barro de los colegios, sus órganos (el Consejo Escolar, el claustro, el equipo directivo), sus documentos clave (el PE, el Plan de Convivencia, etc.), y al marco de la ley que regula su presente, la LOMLOE, con sus 8 competencias clave y su pedagogía activa y social. Y hemos cerrado el círculo asomándonos al modelo que ha cambiado la forma de entender una organización y su liderazgo (Kofman, Collins), no ya como una institución que baila al son de su director o su programa, sino como una organización que aprende y evoluciona (Peter Senge), que construye un sueño compartido.  

Pero lo que recordaré, lo que recordarán, seguramente, cuando los años echen encima de nosotros otros saberes y memorias, no son estos conocimientos. Lo que recordaremos, tal vez, serán los aplausos, las risas, la manera en que hemos hackeado juntos el ambiente solemne del aula, sus jerarquías invisibles. Las canciones y dinámicas y recursos y testimonios que hemos creado juntos. La libertad para ser, para decir que hemos llegado a sentir. Y el amor por pensar y repensar y vivir este sueño, compartido, de la educación.

En fin, este soneto pretende ser un homenaje a todos los minutos que hemos echado juntos, a los momentos incómodos, también, al estrés que se siente ante un examen, al tedio de las horas de metro o autobús hasta llegar a la facul, al arduo trabajo y fe de sus familias, a la sutil bondad de tolerarnos cuando la expectativa de la mente se apega a sus deseos, a toda la orfebrería digital que hemos manipulado, los tests, los GoogleDocs, los blogs. Al tiempo que la vida se ha inventado para que lo honremos juntos, para que juntos aprendamos. 

Sí se puede, sí señor de sergio reyes angona

Comentarios

  1. ¡¡¡Cuántas cosas hemos aprendido en tus clases Sergio!!! Con el soneto creo que no has podido describir mejor este viaje por tu asignatura☺️​​👏​

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